jueves, 2 de octubre de 2014

¿Alguien ha visto a mi tribu?

Llevo dentro un deseo, una intuición: el umbral de algo difuso, sin definir... Lo que se vivió en Madrid a partir de ese día que empezamos a cambiar nuestra historia y la de la ciudad, en conjunto: la ciudadanía pisó, por fin, su suelo.


15 de mayo de 2011 y los días que le han seguido, con sus interminables asambleas que trataban de ser accesibles con intérpretes de lengua de signos y otras medidas y acuerdos para levantar barreras físicas y culturales y que todas las personas que quisieran, pudieran participar.
No daba crédito. En pleno Madrid, esa ciudad fría e inhóspita hasta entonces para mí, llena de coches, abarrotada de gente, de contaminación acústica y del aire, del agua, de la tierra... Acoge este evento inesperado y me atraviesa el corazón. Las asambleas, los grupos de trabajo, estudiantes y docentes en institutos y universidades... Todas currando, de gratis y en nuestro tiempo libre, claro, por lo que queremos: ¡que nadie se quede fuera!



Y las cooperativas integrales, Calafou, y Enric Duran...
Todo es maravilloso: no me quedan palabras... Solo lágrimas de ilusión, tras otras tantas de dolor por tanta injusticia en mí y ante mí, en mis madrileñas/os, en el resto de España y en el mundo.
El mundo en general, especialmente el excluido, el humillado y ofendido, como diría Dostoievski, siempre me ha sacudido, pero España y Madrid, nunca me había tocado así la patata (localismo gatuno: corazón. Aclariment per catalans).



Las estadísticas dicen que el 90% de los proyectos comunitarios, especialmente los de convivencia, terminan fracasando en no mucho tiempo. ¡Frustración!
Pues como yo no me conformo solo con una parejita, me pongo a buscar mi tribu. ¡Ciao! Volveré cuando experimente la vida en comunidad y tenga alguna idea sobre cómo gestionar conflictos con personas con las que convives, trabajas y compartes proyecto vital.



¡Vaya tribu bonita a la llegué!
Iba y venía de visita desde hacía ya: llegaba, saludaba, meditaba, curraba, reía, lloraba, me despedía y me piraba. Así durante años. Hasta que la crisis me liberó de mi adicción al trabajo y a los estudios. Estudia-Trabaja-Consume-Calla. No pienses diferente, no comas diferente, no medites, no contemples, no estés nunca en silencio... ¡no vaya a ser que entres en contacto con tu verdad más auténtica, con la esencia de tu ser! Con ese ser que no entiende de títulos ni de estatus, ni de poder... Sino de amor, de relación, de colaboración... De tribu. Todas igual de importantes, cada cual con sus necesidades y peculiaridades por satisfacer y respetar.



De Europa, de Asia, de África, de Oceanía, de América del Sur y del Norte... Todas humanas. Amorosas, más ariscas o más generosas, más limpias o algo egoístas... Así cada una con su forma de ser y de estar en el mundo y con el mundo.
Y ¡cuanto disfrutamos de ese tiempo juntas! De ese amor inabarcable, inagotable, que sigue y sigue fluyendo por nosotras y entre nosotras... No esperaba tanto de esa tribu. Solo pretendía observar y aprender, pero, la observación participante conlleva sus riesgos. Y me expuse y me robaron el corazón... Ese con el que fui, se quedó en ese nido tan rico y se transformó para formar parte de uno más grande y compartido, que es imposible trocear y recolocar como el que llevábamos puesto.
Ya no somos exacta y exclusivamente las que llegamos a esa colina: ahora somos parte de ese grupo, de esa tribu dispersa con la que necesito estar conectada para seguir viviendo lo que vivimos estando juntas, en ese tiempo y lugar increíbles. Nos reunimos de vez en cuando, en grupos más grandes o pequeños y nos recargamos de esa energía vital que necesitamos...
¡Nos cuesta tanto vivir las unas sin las otras, físicamente...!
Y las personas sabias de la tribu, los hombres y mujeres de escucha, solo pueden decirnos que ese amor que encontramos y que rebosamos, lo sigamos compartiendo y buscando allá donde estemos, porque va con nosotras.



A veces me hace gracia, porque no es lo mismo amar y convivir con personas que desean la convivencia, saber quien eres y qué quieres, predispuestas y hábiles en cierto modo, en la gestión pacífica y noviolenta de los conflictos cotidianos, que con personas a quienes no les importa nadie excepto su ser, cero habilidad y predisposición para tan imprescindible gestión de conflictos y trabajo personal.



La violencia y la enfermedad que nos causa, es difícil de gestionar en entornos violentos.
La paz que allí viví, donde apenas necesitaba defenderme de nada y por lo que pude gestionar muchas cuestiones intrapsíquicas en un entorno seguro, no está aquí.
Entonces, en el aquí y ahora: ¿cómo protegerme sin agredir? ¿cómo convivir sin luchar?
Solo he experimentado que a través del trabajo personal con meditación o en la contemplación cotidiana, en el silencio y con personas que desean una tribu y un entorno como el mío, puedo encontrar MI tribu.

El más acá coexiste

 Viaje hacia el interior

July 14, 2011 at 11:08am

Emigro de la agitada ciudad a la calma del campo, donde reconecto con mi naturaleza más pura, mis instintos, a la par que con mi Ser Apacible, donde éste se siente más libre, para poder recuperarse y recuperarme en el, cuando surge el caos, la crisis, el agotamiento... Esa mano tierna y cuidadosa de quien da la vida a un ser incapaz de sobrevivir sin ella; esa nana que para los mayores llamamos "mantras"; ese corazón colectivo y rebosante que ama sin poseer; esa ternura que suscita la energía que fluye de una fuente inagotable y se transmite entre quienes desean ser traspasadxs y transformadxs por ella...



Allí me voy, a la colina que para mí es el Tíbet de Europa: un cruce de culturas, lenguas y espiritualidad, donde las diferencias no molestan ni se toleran, sino que se explican, se escuchan y se intercambian; allí donde se respeta todo aquello que comparto y que no comparto, que me gusta o me disgusta, mientras no me dañe a mi o a otr@s...

Allí me quedo un tiempo prudencial, para ir convirtiendo mi dolor en cicatriz y así poder resurgir con todo mi potencial, para dar y tomar, y habitar este mundo, tantas veces deshabitado de lo que necesitamos...


Ya veo los campos de girasoles saludándome y siento tu tierra rugosa bajo mis pies, dándome la bienvenida; preparándome para el abrazo amable de desconocidxs que se convertirán en personas importantes para mí, aunque nos separen los mares...


Y heme aquí, impaciente por volver a experimentar todas estas sensaciones y volver a entrar en mí y ver cómo he cambiado en esa quietud de movimiento incesante, que me devuelve a la esencia de la vida y de ahí me lanza de nuevo al mundo, capaz ya de afrontar la realidad para ubicarme, aceptarla, sobreponerme y amarla.












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