domingo, 13 de diciembre de 2015

Quién entra o qué hacemos fuera




¿Quién quiere más a quién? ¡Qué tontería! ¿Verdad?
Pues creo que, su corazón siempre superará la capacidad del mío.

Mara y yo nos miramos y nos amamos, me dicen Fátima y Carolina.
Nos lo transmitimos de ojo a ojo.

Mara es "Ojo y Ojo" en Lengua de Signos, haciendo un círculo con el índice y el pulgar alrededor del ojo, porque tiene un iris azul y otro marrón.

Pero nuestro cariño no es siempre bien visto ni aceptado en cualquier lugar o momento, porque Mara tiene un problema: que vive en una sociedad especista.

Mara es considerada menos digna de vivir su vida y su libertad que cualquier ser humano, debido a su aspecto y capacidades, diferentes.

Mara tiene un cuerpo diferente y funciona diferente en un cierto tipo de inteligencia, inferior a la media humana y sus manitas carecen de posibilidad de manipulación. Ella no tiene mano prénsil, ¡pero sí mandíbulas!

Desde una perspectiva antirracista se desprende que los derechos de un individuo no están relacionados con su capacidad intelectual o su raza, sino con su capacidad de sufrir y de disfrutar. Es decir, que aun en el caso de que hubiese una relación entre raza y cociente intelectual, la explotación no estaría justificada. Se compartiría el rechazo unánime y tajante hacia el supuesto de que personas con discapacidad intelectual se utilizaran como esclavas por el hecho de tener una capacidad cognitiva inferior; al igual que se repudiaría que los más capacitados intelectualmente explotasen al resto de la sociedad a su antojo. "
Salvador Cotelo, Veganismo, de la teoría a la acción

Mara no pertenece a la especie Homo Hábilis ni a la Sapiens Sapiens.

Sus antepasadas vinieron de algún rincón de Siberia. Bueno, no vinieron por su propio pie, tirando de un trineo con sus maletas. No migraron. Fueron secuestradas de su hábitat para forzarlas a reproducirse eugenésicamente, ser vendidas y esclavizadas para uso y disfrute del Homo Hábilis-Sapiens...




Por eso tampoco la dejan entrar en muchos sitios. Porque es descendiente de esclavas.
Igual da que sea rubia y tenga un ojo azul y otro marrón.
Igual da que seamos compañeras de vida, que nos una tierna amistad o una simbiosis tan vital para mí como para ella.

Aunque ella sea más fuerte, veloz y tenga una sensibilidad olfativa y auditiva más aguda, yo tengo más poder sobre su vida y su libertad en este mundo, en el que domina mi especie, pues somos plaga.

Mara es una can. Una perra.
Perra puede usarse como insulto en varios idiomas: chienne (francés), kuja (croata)...



También hay zorras, cerdas, vacas, pájaras y otras simias que sufren de especismo, dentro del cual se incluye el capacitismo, racismo y sexismo.

Y Mara es una afortunada, dentro de reino animal. No corre un gran riesgo de ser secuestrada para robarle su leche, el alimento de sus crías y asesinada para ser devorada, como corren sus congéneres en China, donde las y los canes son utilizados como aquí las y los cerdos, vacas, aves y todos los individuos que sienten y padecen igual o más que nosotros, los seres humanos.

Sin embargo, perras y perros, tan adorables como cerdas, vacas, cabras, gallinas, conejas... Son utilizadas a diario para experimentos, al igual que hicieran los NAZIS con todas sus víctimas: personas de etnia gitana, judía, árabe, piel negra, personas con diversidad funcional y un largo etcétera.

Ni AUSWICH ni COWSWICH son un accidente histórico. Todo está perfectamente planificado y ejecutado a la macabra perfección por el mismo sistema de opresión.

Si la conciencia colectiva se desarrollase hasta la empatía y la compasión más genuina con otros seres que sienten, diferentes a nuestra especie, mi pregunta es, ¿seguiría habiendo esclavas*/os?
En ese escabroso caso, ¿quienes serían las siguientes?

Mara es mi ángela sin alitas y con patitas.

* “Mujer”, “Animal” y Capitalismo: Los enfoques de Jason Hribal y Silvia Federici, 23-26